Cuentos para crecer

Asamblea en la carpintería


Hubo en la carpintería una extraña asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar sus diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó que debía renunciar.
¿La causa? Hacía demasiado ruido, y se pasaba el tiempo golpeando. El martillo reconoció su culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo:
había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. El tornillo aceptó su retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija:
era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. La lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los demás, como si el fuera perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo.
Al final, el trozo de madera se había convertido en un lindo mueble. Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación.
Dijo el serrucho: "Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos,
pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos.
Así que no pensemos ya en nuestras flaquezas, y concentrémonos en nuestras virtudes".
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto.
Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.


Cuando el personal de un equipo de trabajo suele buscar defectos en los demás,
la situación se vuelve tensa y negativa.
En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás,
florecen los mejores logros. Es fácil encontrar defectos -cualquier necio puede hacerlo-,
pero encontrar cualidades es una labor para los espíritus superiores
que son capaces de inspirar el éxito de los demás.

Tomado del libro: La culpa es de la vaca

de Jaime L. Gutierrez



Cuento Un joven fue a ver a un sabio maestro y le preguntó: -Señor, ¿qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero?. El sabio no contestó. El joven después de repetir su pregunta varias veces con el mismo resultado se marchó y volvió al día siguiente con la misma demanda. No obtuvo ninguna respuesta y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta: -¿Qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero? El sabio le dijo: -Ven conmigo. Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y cuando alcanzaron cierta profundidad el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua, pese a los esfuerzos del joven por desasirse de él, allí lo mantuvo.
Al fin lo dejó salir y el joven respiró recuperando su aliento. Entonces preguntó el sabio: -Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas? Sin vacilar contestó el joven: -Aire, quería aire. -¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor? –No, señor, deseaba aire, necesitaba aire y solo aire -fue su inmediata respuesta.
-Entonces -contestó el sabio-, para conseguir lo que tú quieres debes quererlo con la misma intensidad que querías el aire, debes luchar por ello y excluir todo lo demás. Debe ser tu única aspiración día y noche. Si tienes ese fervor, conseguirás sin duda lo que quieres.
tomado de la red.publicado por:

Tiempo Circular
 Los cuentos sirven para dormir a los niños y para despertar a los adultos.
Jorge Bucay